La educación es una de las funciones del museo. El conservador que se atreviera a negar este aserto se expondría a ser tacha- do no sólo de conservador sino de reaccionario. Durante la últimas décadas, la función educativa del museo ha evolucionado de manera notable. De ser una actividad complementaria y subalterna, se ha convertido en uno de los aspectos fundamen- tales de su política. En la mayoría de los casos ha pasado a ser, junto con la preservación del patrimonio cultural, lo que justifica la razón de ser de los museos a los ojos del público. No obstante, los educa- dores no pueden dormirse en los laureles, porque si bien la educación es ahora un elemento indiscutible de la política del museo, queda por saber si realmente for- ma parte de esa política. sea utilizada como herramienta de co- mercialización con la que se intenta legi- timar la existencia de los museos no hace de ella el primer sujeto de atención cuan- do se trata de definir las políticas. Muy a menudo los profesionales de los museos, e incluso los educadores, la consideran to- davía como un medio para liberar las salas de los grandes grupos escolares que per- turban a los otros (los “verdaderos”) visi- tantes del museo. Así, pues, se procura canalizar esos grupos ruidosos hacia espa- cios especialmente concebidos, situados a una cierta distancia de las colecciones, cuyo verdadero valor -se cree- de todas maneras son incapaces de apreciar. Aun- que esta opinión no sea enteramente fal- sa, se funda en el error de suponer que los visitantes adultos sí son capaces de definir de manera inteligente su recorrido a tra- vés de las salas y las colecciones. Algunos estudios recientes muestran que las cosas no son siempre así.’ Aunque El hecho de que la fu240 Frans Schouten Educador social nacido en 1944. Es director adjunto de la Reinwardt Academie, un centro de formación superior en museología. Como profesor se ha aboca- do particularmente a la enseñanza de la función educativa del museo y el diseño educativo de las exposiciones. Ha publicado diversos artículos y una introducción a la didáctica museográfica. Participa como asesor en el proyecto de formación Unesco/ICOM de El Cairo (Egipto). Es asesor de la dirección de la sección educativa de la Asociación de Museos de los Países Bajos y miembro de la Comisión para la Enseñanza de la Museologia de los Países Bajos. Es miembro activo del CECA/ICOM desde 1978. 1. Véase Roger S. Miles, “Museum audiences”, The International Journal of Muretcm Management and Curatorship, n.’ 5, 1986 p. 78-80. 2. Mesa redonda sobre el desarrollo y la función de los museos en el mundo actual, Santiago de Chile, del 20 al 31 de mayo de 1972. Informe del director del simposio. Héctor Fernández Guido, París, Unesco, 29 de enero de 1973. Las conclusiones de este seminario no sólo se aplican a Amtrica Latina sino que valen también para el resto dei mundo. La educación es una de las funciones del museo. El conservador que se atreviera a negar este aserto se expondría a ser tachado no sólo de conservador sino de reaccionario. Durante la últimas décadas, la función educativa del museo ha evolucionado de manera notable. De ser una actividad complementaria y subalterna, se ha convertido en uno de los aspectos fundamentales de su política. En la mayoría de los casos ha pasado a ser, junto con la preservación del patrimonio cultural, lo que justifica la razón de ser de los museos a los ojos del público. No obstante, los educa- dores no pueden dormirse en los laureles, porque si bien la educación es ahora un elemento indiscutible de la política del museo, queda por saber si realmente forma parte de esa política. sea utilizada como herramienta de comercialización con la que se intenta legitimar la existencia de los museos no hace de ella el primer sujeto de atención cuan- do se trata de definir las políticas. Muy a menudo los profesionales de los museos, e incluso los educadores, la consideran todavía como un medio para liberar las salas de los grandes grupos escolares que per turban a los otros (los “verdaderos”) visitantes del museo. Así, pues, se procura canalizar esos grupos ruidosos hacia espacios especialmente concebidos, situados a una cierta distancia de las colecciones, cuyo verdadero valor -se cree- de todas maneras son incapaces de apreciar. Aun- que esta opinión no sea enteramente falsa, se funda en el error de suponer que los visitantes adultos sí son capaces de definir de manera inteligente su recorrido a través de las salas y las colecciones. Algunos estudios recientes muestran que las cosas no son siempre así.’
autor: Frans Schouten Educador social nacido en 1944. Es director adjunto de la Reinwardt Academie, un centro de formación superior en museología. Como profesor se ha abocado particularmente a la enseñanza de la función educativa del museo y el diseño educativo de las exposiciones. Ha publicado diversos artículos y una introducción a la didáctica museográfica. Participa como asesor en el proyecto de formación Unesco/ICOM de El Cairo (Egipto). Es asesor de la dirección de la sección educativa de la Asociación de Museos de los Países Bajos y miembro de la Comisión para la Enseñanza de la Museologia de los Países Bajos. Es miembro activo del CECA/ICOM desde 1978. 1. Véase Roger S. Miles, “Museum audiences”, The International Journal of Muretcm Management and Curatorship, n.’ 5, 1986 p. 78-80. 2. Mesa redonda sobre el desarrollo y la función de los museos en el mundo actual, Santiago de Chile, del 20 al 31 de mayo de 1972. Informe del director del simposio. Héctor Fernández Guido, París, Unesco, 29 de enero de 1973. Las conclusiones de este seminario no sólo se aplican a Amtrica Latina sino que valen también para el resto dei mundo.