Por Gabriela Margarita Canteros
La exposición “Alonso. Pintura y memoria” que se realiza en el Museo
Nacional de Bellas Artes está organizada mediante núcleos temáticos. Uno
de ellos se llama “Pintura y tradición” y está pensado en relación a la
pintura de caballete occidental de los grandes maestros como Renoir,
Courbet y Van Gogh. Carlos Alonso representa a los pintores como
antihéroes, en su momento de declinación pictórica. Hace referencia por
ejemplo a la situación personal que sufrió Renoir enfermo de artritis
desde los 60 años; ese problema de salud le impedía pintar con
facilidad, entonces se ataba los pinceles a la mano para poder seguir
produciendo. Estos artistas son una especie de mártires de la pintura,
que a pesar de todo no pueden dejar de pintar.
El recorrido por la muestra de Alonso podemos empezarlo con la serie Planta Salvaje (1989), la obra Manzano (1987), Mesa de Courbet (1978), La palmera (1982), El hospital (1974), la serie Blanco y negro (1963), El sillón azul (1974), La Oreja (1972), Los cuervos azules
(1970). Luego ver los retratos de Lino Enea Spilimbergo, realizados en
1967; en estas piezas Alonso presenta a su maestro como lo había visto
en los últimos tiempos, con sus manos y sus pies vendados a causa de un
eccema. Alonso comentó sobre Spilimbergo: “Esa era la imagen que yo
quería traer, y sobre todo quería refrescar la memoria de quienes
imaginaban que el maestro era un ser de una fragilidad, de una bondad
infinitas, una especie de espíritu puro; mientras que el dolor, el
abandono, y sobre todo, la de una sociedad que no es capaz de cuidar a
sus artistas, de amarlos, de tratarlos con cariño, delicadamente, cuando
a veces ya han pasado los días felices de la obra fecunda y entran en
una etapa mucho más dura, más difícil de sobrellevar”.
Spilimbergo era para Alonso un maestro de la vida además de maestro
en el sentido plástico del término. Alonso va a romper con la figura
humana y realizar deformaciones influenciadas por el contexto histórico,
los gobiernos militares, el hambre y las luchas políticas. El pintor
argentino tenía una clara posición política, adhería al Partido
Comunista. Esta serie de pinturas que realiza en homenaje a Spilimbergo
generan una gran crítica de parte de sus colegas comunistas, que lo
acusan de representar a su maestro “como un borracho” y utilizan este
discurso como la oportunidad de expulsar a Alonso del partido. La
cuestión principal era que el artista había empezado a exponer en
galerías particulares, por fuera de lo que se conocía como las galerías
del pueblo, y esto no era bien visto por el PC.
Una vinculación clara que podemos hacer en este tipo de
representación que realiza Alonso sobre su querido maestro Spilimbergo,
es con la pintura de Francis Bacon, que en su obra también realiza
deformaciones, como atravesado por una realidad conflictiva. Desde el
punto de vista plástico se pensó esta representación de Alonso como
figuración narrativa, sin embargo hoy todavía no es muy aceptado y se
sigue incluyendo a su pintura en lo que se conoce como la nueva
figuración, a pesar de que el artista no expuso con artistas de este
movimiento (como Felipe Noé y Antonio Berni).
Continuamos con el recorrido y vemos los paisajes realizados en la
década de los años 80 en la localidad de Unquillo, luego de la
desaparición de su hija Paloma, Alonso busca el reencuentro con la
naturaleza y con sus raíces mendocinas; pinta paisajes y escenas en las
que la naturaleza tiene el primer plano, sin la presencia de la figura
humana.
Después apreciamos los retratos de Courbet, Renoir y Van Gogh
inspirados a partir del primer viaje a Europa de Alonso; él cuenta que
se trata de un momento de intenso aprendizaje y que sufrió un shock
después de ver la obra de Velázquez, que la considera inalcanzable. Con
Van Gogh genera un vínculo que le permite pensar la posibilidad de hacer
el mismo recorrido, se siente mucho más identificado con la pintura
expresionista de Van Gogh que con la pintura académica de Velázquez.
Esta búsqueda de modelos la realiza en la década de los años 60, cuando
se hace una crítica no sólo sino también a toda la institución arte, en
especial a la pintura de caballete. Esta crisis da lugar al nacimiento
de otros modos de representación, en Argentina el auge fue con el
Instituto Di Tella con representantes como Marta Minujín que trabajan
las instalaciones y los happening.
Luego continuamos con dos obras de la serie Sin pan y sin trabajo
que en donde Alonso sigue trabajando en el concepto de la cita
pictórica. El artista elige a Ernesto de la Cárcova como el primer
pintor de realismo social en Argentina, un gran icono para la pintura
realista y para los movimientos sociales y políticos, y hace una serie
de pinturas. Cuando pensamos en Alonso tenemos que pensar que estamos
viendo solamente la punta del iceberg; detrás de estas dos obras hay una
decena de dibujos, una centena de grabados y una cantidad de pinturas
terminadas. Con esa serie él no sólo homenajea a de la Cárcova sino que
actualiza la obra y la vuelve parte de su tiempo; es un vínculo con ese
pintor y con la realidad que le toca vivir a Alonso, que no pierde nunca
vigencia. La idea de Sin pan y con trabajo hoy se resignifica: incluso el trabajador con un trabajo estable vive en la precariedad.
Para pasar al siguiente tramo tenemos que pensar el contexto en el
que pinta Alonso; en 1970 ya había sido asesinado el Che Guevara y el
pintor va a tomar esta temática que le lleva tres años para producirla.
Se trata de una serie de dibujos grabados que concluyen en cinco
pinturas de diversos tamaños y formatos, en las cuales usa como
inspiración la obra La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp de Rembrandt.
Hacia el final del recorrido vemos la serie conocida como Mal de amores y otros males. Acerca de esta
obra citamos la reflexión que Alonso hizo en una entrevista: “Los
hombres hacen a las mujeres lo que el Estado le hace a los hombres”.
Hace referencia a Pier Paolo Pasolini que está exhibido justamente
frente de esta obra: habla de la violencia, del sexo, de la
homosexualidad, de la provocación. Alonso es el exponente de un arte que
muestra la cruda realidad desde una perspectiva pictórica, hace posible
la vigencia de la pintura en su capacidad crítica frente a las otras
formas de representación o de crítica política, que terminan en un
mensaje para unos pocos. La crítica que realiza el artista puede ser
leída mucho más masivamente a través de su pintura.
La posibilidad de sustituir a través del arte la obtiene a partir de
la Ilustración de más de 30 libros de editoriales internacionales, como
son las realizadas para la serie El Quijote de la Mancha cuya
primera parte fue ilustrada por Salvador Dalí. Esto le da un marco de
fama internacional. Luego, la elaboración de la serie El matadero
es el momento en que aparecen las reses y las reinterpretaciones de la
obra de Rembrandt, esta posibilidad de utilizar la carne de res como
metáfora de la muerte y de la persecución política durante los años de
la dictadura militar. Esta serie en realidad es anterior a la dictadura y
Alonso la vincula con la masacre de Trelew, dice que este hecho fue el
disparador de lo que sucedió después. Esa masacre le permitió ver
aquello que iba a pasar, los asesinatos, las desapariciones y la total
impunidad de un Estado represor. En esta serie la carne se vuelve un
objeto, un procedimiento para ser llevado a cabo en un momento histórico
del país que quedará marcado para siempre en la pintura de Carlos
Alonso.
La muestra “Alonso. Pintura y Memoria” puede verse hasta el 14 de
julio de 2019, en el Museo Nacional de Bellas Artes, Av. del Libertador
1473, Buenos Aires, de martes a viernes, de 11 a 20:00 h, y sábados y
domingos, de 10 a 20:00 h.